Reino Unido, como primera potencia mundial, conoce las novedades y comodidades domésticas, y el estilo de vida, cambia también al de pensamiento.
Nos situamos en el contexto histórico del S. XIX. En 1838 con la coronación de la Reina Victoria, comienza la Era Victoriana.
A mediados de siglo, los vestidos se componían de faldas inmensas,
aumentando su volumen con enaguas de crinolina (artilugio hecho con seis aros de acero para ensancharlas) y apretados corsés; lo que provocaba grandes dificultades en la vida cotidiana.
Era habitual que las mujeres llevaran en casa la cabeza cubierta con una cofia; lo que finalmente quedó como costumbre para la servidumbre, para las señoras fue evolucionando hasta transformarse en un bonnet, que se anudaba bajo la barbilla.
Hacia 1865, la enagua de crinolina o miriñaque, se transforma en polisón, levantando el vestido solo en la parte trasera y terminando en cola, lo que facilita en parte los movimientos, pero continúa usándose el corsé, acompañado de complicadas y pesadas estructuras bajo la falda para formar el polisón.
Las mangas de los vestidos eran largas, cubriendo las manos por encima de los dedos, de manera muy puritana, tal como la ausencia total de maquillaje que se consideraba vulgar. También eran importantes los complementos, como los guantes y mitones, las sombrillas, las bomboneras, los chales y las capelinas. Los hombros se usaban muy caídos de manera que los movimientos de los brazos quedaban limitados.
El ferrocarril facilita las migraciones y el conocimiento, y los transportes de materiales, telas y pieles exóticas desde las colonias, también influyen en la moda;
Las sedas de Damasco, los sombreros de ala corta (al estilo colonial), la reducción del volumen de las faldas, terminando por ser simples enaguas de tela...
En 1901, con la muerte de la Reina Victoria, comienza el periodo Eduardiano, contagiándose de la Belle Époque que en Francia había comenzado a despertar.
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